miércoles, junio 21, 2006

San Juan


Era la noche de las brujas. Hacía siglos que no veía las hogueras.
Desde que comenzó la universidad no había vuelto a formar parte de las ruedas humanas alrededor del fuego. Y una vez comenzó a trabajar, aquella noche se le antojó lejana, cada vez más, y más, y más.
Pero aquel San Juan era viernes, y sonreía al pensar que aquella vez su deseo de papel no ardería en un cenicero de barro a las 12 de la noche. Ardería junto a otros muchos, ardería con todo aquello que la gente deseaba quemar, esperanzas al cielo convertidas en ceniza, girando en volutas hacia la noche.
Nunca supo por qué, pero aquella noche era la única en la que realmente sentía que había magia en el mundo. Desde que recordaba, solo en aquel día formulaba un deseo, un único deseo, probable, posible, pero deseo al fin y al cabo, y sentía que todo lo oculto de este mundo conspiraba a su favor. Y siempre, siempre se había cumplido.
Hacía tiempo que no se sentía guapa, mentía, por no parecer modesta en exceso, por no dar la impresión de buscar el halago fácil. Se sentía bien, en paz, segura, pero a pesar de irradiarlo al exterior, parecía ser la única que no conseguía verlo reflejado en el espejo. Son cosas que pasan, se decía, así que se puso sus vaqueros más gastados, una sencilla camiseta de tirantes y unas deportivas que pedían a gritos la jubilación y pasó por delante del cristal de la entrada sin detenerse. Eran las 11 y llegaba tarde. Su gente la esperaba en el parque. Aquella vez daría vueltas y vueltas, y quemaría su deseo como debía ser. Era una sola palabra, era lo más imposible que había pedido nunca, pero en aquel momento de su vida, todas las cosas posibles ya le habían llegado, y decidió darse un capricho. Poner a prueba ese resquicio de niñez, ese puntito que le decía que sí, que era la magia, y no la probabilidad y el esfuerzo, lo que hacía que año tras año, su deseo de San Juan le fuera dado. Aquella noche crecería y dejaría atrás a la niña con coletas que guardó el fuego en sus ojos en esa primera y lejana noche en que supo del primer y último deseo sin pedir, aún sin ser consciente de que lo tenía, latía en ella. O tal vez no.

Y llegó al parque, el pequeño papelito arrugado en su mano, presionado por su nerviosismo, nadie podría adivinar lo que aquella noche dejaría atrás o guardaría para siempre.

Una llamarada iluminó el cielo, y los corros comenzaron a formarse, la persona a su lado tomó su mano haciéndola soltar el papel, sin previo aviso, cayó al suelo y una marea de pies lo golpeaba…¡no! Si no ardía aquella noche, los sueños tendrían que esperar un año más, el ritual se rompería.
Corrió entre la masa que giraba, ciega, tratando de atraparlo, nada tenía sentido, no sabía que fuerza la empujaba a perseguirlo, como si la vida se le escapara detrás.

Tropezó y alguien la sujetó: ¡Cuidado!

- Lo…lo siento, mi deseo se escapó y…
- Buscas esto- la bolita manchada descansaba en la palma de una mano grande, de dedos largos y finos.
- Gracias…soy idiota, pero…
- Espera, todavía son las 12, la hoguera arde, tienes tiempo- y la mano depositó el deseo en la suya, pequeña y morena.
- Vamos, lánzalo- había una sonrisa en la voz.

Y lo hizo, lanzó su deseo a la hoguera, lo vio volar y caer, desaparecer y elevarse a la noche, a la magia, al mundo.

- ¡Gabriel! ¡Vamos! ¡Te perderemos si no te unes ahora a la rueda!

En un segundo sintió que la tomaban de la mano, y la arrastraban al torbellino de la fiesta. “No me sueltes, no me sueltes, por favor, no me sueltes” pensó.

- No lo haré- respondió Gabriel.

- Hola -
- Hola -

Y la hoguera iluminó la noche, y las risas se mezclaron con la música. Y la magia no murió aquella noche.

6 comentarios:

terminus dijo...

- Iralow guapa, esta vez te has superado.
Sólo nosotros somos capaces de quemar nuestros miedos, aunque nos empeñemos en mantenerlos como parte nuestra.
Sería genial encontrar a alguien a quien no hiciera falta hablar, que sólo con pensar ya nos entendiera.
Esta noche enciendo un fuego.

Un Besooooo

Edu

iralow dijo...

Aha, ;)

Enciénde la ciudad el 23...seguro que arde bien y se queman todos tus miedos.

Besos

Isabel Barceló Chico dijo...

El calor de la hoguera me ha hecho dar un paso atrás, pero sigo agarrando con fuerza mi deseo. Lo has redactado de un modo tan real, que por un momento he temido que se me hubiera pasado la noche de San Juan sin darme cuenta. ¡Ay!, ¿qué cosa será la magia?...besos.

guitarboy dijo...

... visto que esto de tirar papelitos funciona para este año he decidido echar un cuaderno entero..

Maik Pimienta dijo...

Me ha gustado mucho tu relato: En el papel estaba el deseo, y a la vez se cumplía mientras ardía en el fuego.

La noche de San juan Puede ser mágica: Playa, guitarra, complicidad, oscuridad, una sonrisa...y ya está todo hecho.
Besos salpìmentados.

Anónimo dijo...

Me ha encantado, de vez en cuando es que te sales!. Mañana por la noche me acordaré de ti junto a mi hoguera.
ENIGMALA