Sombra

Llegando a casa notó algo extraño. No se oía un ruido, no se movía una hoja de los árboles que bordeaban el camino. Ni siquiera los pequeños murciélagos que al anochecer salían a cazar polillas y pequeños insectos, irremediablemente atraidos por la luz de las farolas. Nada, solo quietud.
Bajó las escaleras que daban a su portal, y un escalofrío recorrió su espalda. Allí, más abajo, alguien la observaba, no podía ver sus ojos, pero notaba su mirada clavada en ella, e intuyó una sonrisa.
Estaba paralizada. Intentó moverse pero sus pies no respondieron. Había una voz en su cabeza que gritaba: "¡Corre! ¡Abre la puerta! Date prisa o no conseguirás escapar." Pero no dió un paso hacia la acristalada entrada.
Poco a poco una sensación de calor se fué apoderando de todo su cuerpo, y como si flotase, continuó bajando la escalera, al encuentro del ser oscuro que la esperaba al final, hacia esa sonrisa invisible, igual que las polillas a la luz.

Cuando llegó a su altura se dió cuenta de que no tenía miedo de estar allí. Lo que la había paralizado instantes antes era la intensidad con que se le había revelado que era hacia él, justo hasta ese punto, hacia donde se había dirigido toda su vida.

" ¿Quien eres?", preguntó.

"Sabes quien soy. Sólo tú lo sabes", respondió. Y unos ojos verdes y profundos la observaron como si la conocieran.

"¿Cómo me has encontrado?¿Porqué nada se mueve?".

La sombra sonrió, iluminandolo todo: "He tenido que parar el tiempo para venir a buscarte"