lunes, febrero 12, 2007

La justiciera del tobogán

Anoche tuve una cantidad de sueños ingente, no sé que intentaría decirme mi subconsciente, pero en todos había un sentimiento de injusticia tremendo, hacia la gente en general y hacia la mía en particular.

Así que llevo todo el día dándole vueltas de cuando me hice consciente de que además de la mentira y la falta de libertad, algo que me lleva de cabeza es la injusticia. Y entonces recordé el momento exacto, tendría poco menos de tres años y estaba en la guardería.
Mi “guarde” era un sitio estupendo, un caserío todo blanco y con sus ventanas de madera en verde, rodeado de un prado en el que había muchos árboles, entre los que estaba mi sauce llorón, donde me escondía del mundo cuando necesitaba paz.
Y también había un tobogán. Un estupendo tobogán rojo que nos encantaba a todos, y al que para subir hacíamos cola con esa cara de “¿ya me toca?” que todos los niños tienen ante la natural impaciencia por la diversión. Y allí estabamos nosotros, con nuestros babis de cuadritos, puestecitos en fila, yo agarrada ya a la escalerilla y subiendo, “ya me tocaaaa”....algo tira de mi babi hacia atrás y caigo de culo sobre el césped y el chulo de turno se sube por la escalerita y se lanza...
Me levanto desorientada y vuelvo a la cola, subo malhumorada y me lanzo, y de nuevo corro a por otro viaje...observo que el matón del babi azul (el mío era rojo) repite operación con otro niño rubio que cae de espaldas para ceder involuntariamente su puesto.
Al igual que yo, se levanta, sube la escalerilla (mirando hacia atrás) y se lanza...cada uno de los niños que esperaban cola sufren la misma indignación y consecuente morado en el culo y en el orgullo.

Estoy agarrada a la escalerilla otra vez, y como era de esperar, mi trasero experimenta de nuevo el funcionamiento de la ley de la gravedad....pero esta vez me levanto rápidamente, corro al final del tobogán y justo en el momento en el que don “Yoprimero” alcanza el final de la pasarela del tobogán le solmeno un bofetón de 10 aumentos con repris y la velocidad de descenso añadida. Y entonces es él quien siente los efectos de la gravedad.
Sorprendida de mi misma, y acojonada imagino, por la reacción de mi profe ante tamaña hazaña, recuerdo que en el seto que da a la carretera hay un agujero estupendo por el que se puede escapar de la guarde y por tanto, del seguro castigo por agresión que me iba a caer...y mientras trotaba por la verde pradera rumbo a la libertad sin cargos, mis compañeros reían y subían guardando turno sin mirar a su espalda...creo que eso me hizo sentir grande.

Es bien cierto que cuando mi madre descubrió el pastel (se lo tuve que contar al no poder explicar como había llegado a casa sin compañía y 20 minutos antes de mi hora de salida) me llevó ante el tribunal escolar (mi profe Maite) y entre las dos me hicieron confesar, ante el agredido (y agresor), y ambos dos nos quedamos sin recreo de por la tarde...

Hoy no creo que me tomara la justicia por mi mano, pero si que, como ellas me enseñaron, cuando observo una injusticia, tengo la tendencia de encargarme de ella por los medios que están a mi alcance si no es para solucionarla, sí para hacerla patente y vergonzante hacia aquel que la comete...incluyéndome a mí misma si soy yo quien incurre en tamaña actitud.

Sigh, a veces echo de menos mi babi de cuadros y mi sauce llorón, y que las mayores injusticias fueran una culada por un tobogán o que mi madre me pusiera foie gras en lugar de mortadela para la merendola...oh si, y también los bocatas de nocilla sin consecuencias ni culpabilidades...

3 comentarios:

pcbcarp dijo...

¡Así se hace! Acción directa, coooño.

He actualizado un poco mi lado oscuro; que tenías razón, caramba. Ciberbesitos.

EL CHICO GRIS dijo...

matones... al final el tiempo pone a cada uno en su sitio.

yo, además de los bocatas de nocilla, echo de menos tirarme las tardes sin hacer nada provechoso sin ningún tipo de sentimiento de culpabilidad

Priamorex dijo...

Yo me sigo comiendo la nocilla,¡Ahora viene en tarros enoooormes!
Besitos