María terminó de maquillarse y observó el resultado en el espejo. Nada mal, para un sábado informal por la noche. La primavera había llegado a la ciudad y los sábados en el parque habían dorado ligeramente la piel de su rostro y su escote. Apenas necesitaba disfrazar las pequeñas arrugas que enmarcaban la comisura de sus labios.
Su abuela decía que aquello era síntoma de felicidad, quien ha sonreído mucho las tiene, solía contarle. Nunca las escondas niña, ellas te harán más bonita que cualquier vestido.
Si pudieras verme abuela, te quejarías de que no fuesen más profundas.
Giró frente a su imagen para verse de cuerpo entero, vaqueros ajustados, sandalias planas y cómodas y camisa de gasa negra sobre una camiseta ajustada de tirantes. El pelo recién cortado caía suelto sobre sus hombros, como con un despeinado casual, que le daba cierto aire de inocencia. Inocencia postiza.
Después de cenar, con Isabel y el “amor de su vida” del mes, se fueron al local donde María se sentía anónima y libre para hacer su voluntad. Era su noche promiscua. Los tres pidieron sus copas y se lanzaron a la pista. A María le gustaba Santi, el amigo de Isabel, se prestaba a los bailes de seducción que atraían las miradas sobre ella, sabía que su “amiga” no tenía problemas al respecto, probablemente era la única cosa que tenía clara de María, jamás le levantaría un “amor de su vida”. Ni siquiera el amor de su noche.
Lucas la observaba desde la parte de arriba del local. No podía creer que aquella fuera María. Su María. Bailaba enredada a un chico guapo que no dejaba de sonreír y acompañar los movimientos de su cuerpo como si estuvieran pegados con cola. Pedro a su lado estaba también hipnotizado, voy a bajar, dijo, tengo que verlo más de cerca. Lucas lo siguió.
Volvía de pedir su segunda copa cuando una náusea la hizo tambalearse en la pista. Santi la sujetó, entre su chica y él la sacaron del bar. María vomitó casi al poner el pie en la puerta. Discutían sobre acompañarla o meterla en un taxi cuando se recuperase un poco…María solo alcanzaba a decir lo siento, lo siento…
Cuando pararon el taxi, María todavía se tambaleaba, y cuando estaban dándole la dirección al taxista, Lucas se metió en el taxi. ¡Eh tío!...yo la acompaño…¿Quién coño eres?....Lucas…musitó María.
Cogió las llaves de su bolso y abrió la puerta como pudo, mientras sujetaba el peso muerto de aquel cuerpo entre la puerta y el suyo propio. Aquella proximidad lo trastornaba.
Lo siento…lo siento…perdona, lo siento…era lo único que se oía en el apartamento. La llevó hasta el baño y casi instantáneamente María se abalanzó contra el inodoro…Lucas le sujetó el pelo y acariciaba su espalda tratando de aliviar de alguna forma los espasmos que el vómito provocaba. Shhh…tranquila, ya está…ya está…
Le lavó la cara con mimo y la llevó hasta la cama, María no podía controlar su cuerpo, era un saco inerte en sus manos…encontró una camiseta de Springsteen bajo la almohada. La desnudó, se la puso y se dirigió hacia el sofá del salón. Mientras cerraba la puerta del cuarto la escuchó susurrar…Lo siento Lucas, lo siento…siento que no seas un desconocido…
Su abuela decía que aquello era síntoma de felicidad, quien ha sonreído mucho las tiene, solía contarle. Nunca las escondas niña, ellas te harán más bonita que cualquier vestido.
Si pudieras verme abuela, te quejarías de que no fuesen más profundas.
Giró frente a su imagen para verse de cuerpo entero, vaqueros ajustados, sandalias planas y cómodas y camisa de gasa negra sobre una camiseta ajustada de tirantes. El pelo recién cortado caía suelto sobre sus hombros, como con un despeinado casual, que le daba cierto aire de inocencia. Inocencia postiza.
Después de cenar, con Isabel y el “amor de su vida” del mes, se fueron al local donde María se sentía anónima y libre para hacer su voluntad. Era su noche promiscua. Los tres pidieron sus copas y se lanzaron a la pista. A María le gustaba Santi, el amigo de Isabel, se prestaba a los bailes de seducción que atraían las miradas sobre ella, sabía que su “amiga” no tenía problemas al respecto, probablemente era la única cosa que tenía clara de María, jamás le levantaría un “amor de su vida”. Ni siquiera el amor de su noche.
Lucas la observaba desde la parte de arriba del local. No podía creer que aquella fuera María. Su María. Bailaba enredada a un chico guapo que no dejaba de sonreír y acompañar los movimientos de su cuerpo como si estuvieran pegados con cola. Pedro a su lado estaba también hipnotizado, voy a bajar, dijo, tengo que verlo más de cerca. Lucas lo siguió.
Volvía de pedir su segunda copa cuando una náusea la hizo tambalearse en la pista. Santi la sujetó, entre su chica y él la sacaron del bar. María vomitó casi al poner el pie en la puerta. Discutían sobre acompañarla o meterla en un taxi cuando se recuperase un poco…María solo alcanzaba a decir lo siento, lo siento…
Cuando pararon el taxi, María todavía se tambaleaba, y cuando estaban dándole la dirección al taxista, Lucas se metió en el taxi. ¡Eh tío!...yo la acompaño…¿Quién coño eres?....Lucas…musitó María.
Cogió las llaves de su bolso y abrió la puerta como pudo, mientras sujetaba el peso muerto de aquel cuerpo entre la puerta y el suyo propio. Aquella proximidad lo trastornaba.
Lo siento…lo siento…perdona, lo siento…era lo único que se oía en el apartamento. La llevó hasta el baño y casi instantáneamente María se abalanzó contra el inodoro…Lucas le sujetó el pelo y acariciaba su espalda tratando de aliviar de alguna forma los espasmos que el vómito provocaba. Shhh…tranquila, ya está…ya está…
Le lavó la cara con mimo y la llevó hasta la cama, María no podía controlar su cuerpo, era un saco inerte en sus manos…encontró una camiseta de Springsteen bajo la almohada. La desnudó, se la puso y se dirigió hacia el sofá del salón. Mientras cerraba la puerta del cuarto la escuchó susurrar…Lo siento Lucas, lo siento…siento que no seas un desconocido…
5 comentarios:
¡Qué duro, iralow, preferir a un desconocido...! Tremendo.
Sinceramente de las noches así, me quedo con los preparativos, si son acompañada de alguna amiga es genial...
Simplemente me encanta...
Y no creo q sea duro preferir a un desconocido. Cada persona tiene su momento y su lugar. Hay momentos que necesitamos escapar de nuestra realidad porque no podemos mas. O simplemente, porque nos gusta escaparnos.
Un beso desde la vieja iruña. Sergio.
Por Dios Ire!!!!! No nos dejes así... sigue escribiendo... me muero por saber su reacción cuando se despierta al día siguiente y se encuentra con Lucas dormido en el sofá... o a lo mejor él se ha ido y ella se queda sin saber cómo había llegado a casa y quién le había puesto la camiseta...????
Me encanta el relato, no me parece duro sino realista, actual y sensible.
Me tienes en ascuas desde hace días!!!
Como se suele decir a los niños pequeños:
- Eso no se hace niña!!!!
Al principi m'ha recordat al Mundo de Sofía... mole!
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