martes, noviembre 14, 2006

Pastillas para no soñar


Diciembre de 2010…relato.

Entró en el despacho con su traje sastre y sus zapatos de tacón. Llevaba el pelo recogido en la nuca, en un severo moño, como una bibliotecaria. Era alta, esbelta, aunque su cuerpo dejaba entrever una voluptuosidad que su sobria forma de vestir no lograba ocultar del todo.

La mesa de reuniones estaba pulcra y ordenada, todo estaba dispuesto para la cita semanal de departamentos, y era la primera en llegar.

Poco a poco los compañeros de los distintos despachos fueron llegando y dándole los buenos días de modo educado y distante. Sabía que contaba con su respeto, pero no con sus simpatías. Sabía que la llamaban el Cubito, y no precisamente porque les sugiriese una playa de arena para hacer castillos. Era para ellos un ser de hielo, una máquina imparcial, que lo mismo repartía ascensos que despidos. Felicitaciones o broncas con la misma expresión y sin alterar su tono de voz.

Y también se sabía deseada, por inalcanzable. Había oído cientos de veces los comentarios de los chicos de marketing en el baño mixto, cuando en algún momento habían olvidado mirar bajo las puertas, aunque probablemente tampoco les hubiera importado verla salir tras aquellas charlas, para ellos no era un ser de carne y hueso.

Rió para sí, al recordar como incluso dudaban que en algún momento de su vida hubiera perdido su virginidad, nadie la había visto fuera del trabajo nunca. No recibía llamadas personales ni visitas a la salida del despacho. Nadie. Nunca.

Lucas, el jefe de personal, entró disculpándose, era el último y se sentó en el único sitio que quedaba libre, junto a ella. La miró con una mezcla de miedo y curiosidad, llevaba a penas un mes en la empresa y había oído de todo acerca de aquella mujer estricta y, para él hermosa. Sus mejillas se encendieron ligeramente.
La reunión empezó con un rapapolvo para los chicos de administración, siguió con una propuesta de ampliación en I+D y se fijó una fecha para el próximo acto benéfico que se patrocinaría desde la entidad.

María llegó a casa y cerró la puerta, bajó de sus altos tacones y fue a desnudarse, buscando sus viejos vaqueros de la universidad y su camisola hippie. Al quitarse las medias sintió el frío del suelo del baño y la reconfortó. Descalza recorrió el pasillo hasta la cocina y sacó del frigorífico un plato con ensalada de pasta fría y una manzana.

Mientras veía una insípida serie americana, uno de los actores le recordó a Lucas, que unas horas antes se había ofrecido a llevarla a casa, vivía cerca de la suya y le quedaba de paso…había alegado en su defensa…porque aquello más que una petición había sido un atrevimiento inconsciente, o eso era lo que reflejaban los colores de sus mejillas. Ella declinó la invitación amablemente. Tenía que hacer un recado y tomaría el autobús. Muchas gracias, muy amable.
Le gustaba aquel hombre, sencillo, inteligente, atractivo. Ella lo había elegido entre 50 candidatos, a pesar de la oposición de sus colegas, no tiene experiencia, decían, no está preparado. Ella sabía que lo estaba, solo necesitaba una oportunidad.
Recordaba su cara el día en que le comunicó que el puesto era suyo. Ilusión, era la única palabra que podría describirlo, y miedo ante la responsabilidad que se le venía encima.

La verdad es que lo envidiaba, hacía tiempo que ella había perdido ambas cosas. Había eliminado aquellas emociones de su vida. En todos sus ámbitos, o por lo menos, no dejaba traspasar esas emociones más allá de su cabeza. Las racionalizaba, las asimilaba y seguía adelante.
Aquella tarde, un hombre que le gustaba le había pedido unos minutos de su tiempo y ella se los había negado. A él y a sí misma. Era la única forma de seguir adelante con su vida, de salvaguardar el único pedacito de corazón que le quedaba, guardado bajo un muro de educada frialdad y cinismo. El resto se lo habían ido repartiendo aquellos a quien lo había entregado tiempo atrás, y lo habían dejado secar en una esquina de cualquier cuarto antes de mudarse a otra vida más interesante.

Soy una cobarde, pensó para sí. Luego su cerebro tomó las riendas y le dio la razón, oh si, lo eres, pero estás viva y cuerda. Tienes una vida segura que te has ganado tú sola y sexo sin compromiso cada vez que lo quieres, con un cuerpo como el tuyo… cualquier noche…cualquier desconocido. Y eso está bien. Es una buena alternativa para alguien como tú. Alguien que tras entregarlo todo sin pedir nada a cambio, obtuvo exactamente lo que había pedido. Y sonrió. Pobre Lucas, ojalá fueses un desconocido.
No me quieras, no me busques, no me desees más allá de una noche, haré contigo lo que la vida y yo misma he hecho conmigo.

Cerró los ojos y se durmió. Y soñó, con Lucas y su cuerpo, no eres mala, le repetía una y otra vez, no lo eres, no, tú no, no te vayas. Despertó sobresaltada y buscó en el cajón de la mesilla, “pastillas para dormir”. Pastillas para no soñar.


Si a alguien se le ocurre inventar una continuación para María, adelante, no tiene más que decirlo. Lo empecé hace unos meses y se me resiste.

5 comentarios:

terminus dijo...

Crudo, real, la historia de una vida... No se, quizá María se encuentre con alguien cerca del farol de la fotografía.

Un beso I.

Edu

Isabel Barceló Chico dijo...

Insiste, iralow, insiste, porque creo que la historia promete. Besos.

Maik Pimienta dijo...

Umm, no sé Iralow, María es una mujer sensible pero o tiene demasiado miedo a que le hagan daño o es demasiado independiente. En cualquier caso, me pareció el 2010 una fecha tan lejana....y está aquí al lado..ahg! Yo no me atrevo a seguirlo, porque me encantaría que le siguieses dando vida tú. Besos futuristas.

Firenze dijo...

Vaya, una vez más leo algo escrito por ti y pienso que estás hablando de mí...

Inventa una continuación en la que se acabe la soledad por favor. A ver si así desaparece la mía también y me convence de que es mejor estar acompañado

Besos

pcbcarp dijo...

Esa chica está llegando al final de su carrera. Como no encuentre a un tipo frío pero simpático, la va a jorobar...