Se me caen las pestañas al suelo, me vence la televisión,
y esta mañana ganaba la batalla la excavadora de la calle diagonal.
Es una noche oscura y el humo me rodea y se cuela en mi cuarto
y hay un payaso desnudo que ríe y canta para mi,
pero no me hace gracia.
De pequeña amaba a los trapecistas
Los payasos me daban miedo, no entendía que se pudiera llorar
con una sonrisa tan amplia en la cara. Le habían cortado un dedo por favor!
Y luego salió el barco pirata, y yo decía:
“ya no piparan mamá, ya no piparan”,
y los petardos me hacían arrebujarme
buscando el algodón dulce que era mi madre ¿recuerdas?
A veces parece que el circo nunca se fue de la ciudad,
y que mis amados trapecistas,
a cuya especie creo pertenezco, no han bajado del trapecio.
No han querido elevarme con ellos aún.
Y parece que los payasos se empeñan
en falsear mis expresiones.
Que ría por fuera si dentro ando llorando.
Pero lo único que yo quiero aprender de ellos
es a llorar de la risa
A caerme de culo…y ser recogida al vuelo por los trapecistas.
Voy a encender una cerilla, creo que se me han fundido los plomos.
Ah, Gacelita, el próximo número de circo es vuestro.
Palabrita de aprendiz de trapecista.
1 comentario:
Si es que te gusta siempre estar en la cuerda floja...
Las cerillas para hacer equilibrios o... ¿Necesitas quemar algo? ¿Voy con el encendedor?
Besooooo
Edu
Publicar un comentario