martes, diciembre 12, 2006

Pastillas para no soñar (III)

El sol entraba tímidamente por las rendijas de la persiana y dibujaba pequeños círculos dorados sobre el cuerpo de María.
Le dolía terriblemente la cabeza y la boca le sabía a bilis, trató de tragar saliva, su garganta estaba seca...pero el sabor amargo que le quedaba en los labios no se debía al alcohol de garrafa que había tomado ni al vómito que le provocó. Era el sabor amargo de la vergüenza, recordaba perfectamente cada uno de los minutos que habían pasado desde que su cuerpo dejó de responderle en medio de la pista hasta que vio cerrarse la puerta de su cuarto tras Lucas.

Tratando de controlar esa sensación y el miedo a la expresión de él al entrar en el salón se levantó, fue al baño, se lavó los dientes y la cara. Se cepilló el pelo y se puso sus viejos vaqueros.

¿Lucas?....el silencio le devolvió sus palabras, no había nadie. Suspiró aliviada y un poco decepcionada...le hubiera gustado poder darle las gracias por cuidarla, aunque hubiera sido tan solo esa noche.

Fijó su mirada en la nevera. Había una nota. “SOLO TIENES QUE CALENTARLO”
Abrió la puerta y dentro había un vaso de cartón con café para llevar de la cafetería de la esquina, junto a él otra nota, “PARA DESPERTAR CON BUEN SABOR DE BOCA. BUSCA EN EL HORNO”

Sacó el café, lo volcó en una taza y lo metió en el microondas, mientras giraba iluminado dentro del aparato parecía zumbar como una abeja, zzzzz....igual que los pensamientos lo hacían en la su cabeza.

Abrió el horno, un par de tuppers de plástico con comida precocinada y otra nota “REMÍTASE A LA PRIMERA NOTA. FIRMADO: UN DESCONOCIDO”

María no podía dejar de sonreír, su dolor de cabeza había desaparecido, no así el zumbido de su cabeza, que ahora se veía enturbiado por las emociones encontradas que se arremolinaban subiendo desde la boca de su estómago.

“Basta, se terminó. El lunes tomaré un café con él y le daré las gracias educadamente, y eso será todo.” Casi de forma automática las abejas parecieron huir por la ventana, su cabeza volvió a tomar los mandos y se relajó en el sofá con su café. No tenía hambre, la comida se quedó esperando paciente hasta la cena...

Abrió la puerta de la sala de juntas, de nuevo reunión de equipos, de nuevo poner puntos sobre las íes, de nuevo ver a Lucas en el lugar en que correspondía.
Se repite la escena de cada último lunes de mes, es la primera, los compañeros van llegando uno a uno, dan los buenos días y toman asiento.

Lucas, saluda cordialmente a todo el mundo y la mira, ella inclina la cabeza ligeramente en señal de reconocimiento. Va directo hacia ella, hacia el sitio que lleva ocupando desde que comenzó a trabajar allí, junto al suyo.

María abre la boca para hablar con él, pensando en decirle, con su tono “laboral”, que quiere hablar con él un momento después de la reunión....pero no le da tiempo...Lucas hace un casi imperceptible movimiento de negación con la cabeza...”ahora no, no es necesario” parece decirle.

María desvía la mirada y comienza con el orden del día.

5 comentarios:

terminus dijo...

Bueno... ¿Quien no se ha pasado alguna vez con el alcohol?
Gran tipo Lucas, me recuerda... si, bastante.

Beso Grande

Edu

Harry Reddish dijo...

Qué buen rollo, no? Me encantó tu historia. Besos

Salud!!!

mtg dijo...

jooo quiero que siga!! estoy enganchada a esta historia!!
un besote!

Priamorex dijo...

No hay nada como la semiinconsciencia de una resaca o de un arrepentimiento,espero que la cena este a la altura del desayuno.
Besos desde el Mar del Norte

Anónimo dijo...

Los arrepentimientos post borrachera suelen ser terriblesss!!Genial tu historia
Besitos