miércoles, mayo 01, 2013

Terapia

Cuando uno está mental y emocionalmente exhausto no hay nada mejor que, aquellos que te quieren y creen conocerte, te den la puntilla como a un mihura después de una largar corrida.

Resulta extraño. Perder el sueño, el hambre y las ganas de seguir peleando es cuestión de un segundo. 
Curioso como algo que para tí es casual, fortuito y que ni tan siquiera habría pasado de tu mente al plano real, incluso podría haber desaparecido diluido en otro millón de pensamientos vanos, otro pueda tomarlo, analizarlo, retorcerlo e interpretarlo como si de ello dependiese la salvación del mundo.

En estas últimas semanas, por no decir meses, los acontecimientos de la vida me han hecho ver que las cosas importantes de la vida no tienen nada que ver con las interpretaciones que uno haga. Son simples, vives, mueres, estas sano, no lo estás, ríes con los que quieres y lloras con ellos. Nada más importa.

El problema se plantea cuando al llorar y al tener que estar al pié del cañón, mientras lidias solo con las circunstancias de tu propia vida, se añaden aquellas que tú consideras nimias y más aún aquellas que ni siquiera consideras.

Esas pequeñas cosas que enturbian todas las otras, que consumen demasiada energía para un resultado vano, que has querido resolver tantas y tantas veces, con idéntico resultado, ningún resultado. Para las que has cambiado conductas, adaptado momentos, modificado pensamientos, analizado del derecho y del revés buscando la explicación, donde has fallado...y aún no sabiéndolo, has seguido intentándolo. 

Y entonces salta el click, ya no más. Solo te provocan una tristeza inmensa y una desgana agotadora. Por qué llegas a la conclusión final de que lo que no depende de ti, no puedes arreglarlo, tan solo aceptar que es así y actuar en consecuencia. En algunos casos la consecuencia simplemente es ser educado, despedirse y asimilar que esa tristeza te acompañará en muchos momentos de tu vida.

Y a partir de ahí, dedicarte a esas otras cosas importantes de tu vida, las que te hacen crecer, no involucionar, las que te ayudan a avanzar, no ha hacer regresiones, las que consiguen que te sientas como la persona que quieres ser, no las que te hacen dudar de tí mismo y culpabilizarte por aquello que nunca hiciste.

Y seguir adelante.

1 comentario:

Gacela dijo...

Perder el suenyo o el hambre (temporalmente), pase. Pero las ganas de seguir peleando... esas nunca.

Un abrazo grande, ninya.