lunes, julio 02, 2012

Herencias

Colocó la manita de goma negra salvaesquinas de la mesa del salón, herencia de un familiar con bichos tendentes a darse contra ella, encendió un cigarrillo y miró a su alrededor...sudaba, el sol entraba por el ventanal del salón, la televisión cotorreaba...orden a su alrededor. No había polvo. No había pelusas de pelos gatunos rodando a su alrededor. Olía a limpio.

Y se sintió cercana a su madre, casi pareció comprender esa casi obsesión de ella por la limpieza y el orden. Sintió que tal vez, para poder empezar a poner orden en su cabeza, en su vida, era necesario tener un espacio físico acorde...
"Si quieres mejorar el mundo, empieza por tu casa" pensó...y una leve sonrisa asomó a sus labios, sin esfuerzo, algo que últimamente no era lo más habitual...el esfuerzo, hasta la extenuación, era últimamente su compañero de cama, esfuerzo para levantarse, para sonreír, para cantar, para salir, para escribir...algunas mañanas incluso para respirar...

El cigarro yacía apagado en el cenicero de cristal...buscó el mechero y lo encendió, recostándose en el horrible sofá, también heredado.

2 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Si el desorden externo es reflejo del interno, está claro que yo sería bastante desastrosa. Sin embargo, no siempre es así, o no siempre son reflejo el uno del otro. Me creo bastante más ordenada en la mente que en las cosas. Y qué caramba también a veces nos apetece alejarnos de la perfección. Besotes.

iralow dijo...

:) hola Isabel, en este caso, imagino que era más una necesidad de tener algo en orden...aunque fuese la casa.

La perfección es aburriiiiida, cuando no hay nada que mejorar, a algunos nos sale la melancolía y el aburrimiento a borbotones ;)

Un abrazo