sábado, octubre 29, 2011

Un día raro...


Tenia un día raro.
Ya al levantarse de la cama se notó más ligera de lo normal, miró sus pies y le parecieron transparentes como un papel de fumar.
Caminó el largo pasillo hasta el baño y al encender la luz, el espejo le devolvió su imagen, y casi pudo ver a través de ella la foto del armonicista de blues colgada de la pared a sus espaldas.

Aquello no podía ser muy normal, pero lo atribuyó a la somnolencia, pensó que en ese momento todavía quedaban en su mente reminiscencias del sueño ligero que llevaba rondándola un mes entero.
Cada noche, desde hacía tiempo, soñaba con volar, con atravesar paredes y con ser transparente ante las circunstancias que la rodeaban, la urgencia ajena, la tristeza de los anhelos demorados, la desazón del futuro incierto...los sobrevolaba, atravesaba y observaba desde su condición etérea, consiguiendo una perspectiva y una posible solución a cada uno. Eran sueños reparadores en apariencia.

Se lavó la cara con agua helada, frotándose los ojos con fuerza para eliminar de su cuerpo los restos del sueño, se vistió y recorrió el camino al trabajo absorta en pajáros cabreados que bombardeaban cerditos insolentes en la pantálla de su teléfono móvil.

Al bajar del autobús en el parque empresarial vislumbró a sus compañeros de trabajo, que caminaban cabizbajos hacia las puertas acristaladas, y le parecieron reos dirigiéndose al patíbulo, alzando al cielo su mirada justo antes de cruzar el umbral, como los condenados en el Puente de los Supiros para captar su última visión de la luz del sol. Y la invadió la tristeza ajena.

En aquel momento algo la elevó por encima de los edificios, y se encontró contemplándolo todo a vista de pájaro, poco a poco, se fue alejando de aquel lugar y una sensación de libertad sin límites se apoderó de todo su cuerpo...

Las luces anaranjadas que la ambulancia proyectaba sobre los edificios aún en sombras atrajeron a todos los que todavía no habían entrado al edificio de oficinas, y el enfermero de urgencias que la intubó pensaba para sí mismo:"¿Por qué tiene esa sonrisa y transmite tanta alegría? Acaban de fundírsele los plomos...en coma sin razón aparente..."

Entonces levantó la vista y observó a todas las sombras grises que los rodeaban inexpresivas, parecía que intentaban absorber los restos de energía que aquella mujer ya no desprendía como un segundo antes.
La miró, sonrió y le dijo en silencio: "Disfruta de tus vacaciones del purgatorio, seguro que nos veremos en un par de meses, aquí o allí donde te has ido".

2 comentarios:

Wanda◦○ dijo...

ay joer, he sentido como si se apagase una vela y se hiciera todo oscuro de repente.

Isabel Barceló Chico dijo...

Morirse así, con la impresión de liberarse de un mundo gris y triste y sin futuro... No sé. Con todo, la vida es la vida. Besos, querida amiga.