La vuelta del verano se prevé dura...casi tanto como el propio verano, vorágine de miedos, emociones, suspiros aliviados y kilómetros, kilómetros y más kilómetros angustiados, ansiosos y finalmente salvadores de distancias no deseadas.
No sé si me beneficia ver noticias, leer diarios, blogs, páginas de empleo, rellenar solicitudes, planificar salidas gestoras, continuar manteniendo contactos por no perder de vista la realidad más cercana, la que más me toca, la que más puede estabilizarme o desestabilizarme...tal vez no debería ser tan transparente, aparentemente tan frágil...o al menos no mostrarme tanto...
Y el caso es que con esto y con todo, me siento serena, feliz incluso, saboreando los momentos en que unos ojos me buscan, adultos o infantiles, unos brazos me rodean, adultos o infantiles, unos pasitos me persiguen, adultos o infantiles...en algunos casos hasta animales...
Tal vez el gato tenga la respuesta, por eso, a pesar de ser quien lo regaña permanentemente por meter los bigotes en la basura, colarse por la claraboya, arañar la alfombra, abrir los armarios de la cocina... continúa usándome de almohada, de colchón, de refugio, y acercando su hocico húmedo a mi cara , como para saludarme, o comprobar que sigo respirando, antes de ovillarse sobre mi vientre....puede que, después de todo, no lo esté haciendo tan mal y su instinto le dice que sigo siendo un buen lugar en el que refugiarse frente a los embates de la vida...
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