Hace una semana lo que voy a escribir parecía tener mucho más sentido e importancia de lo que hoy, 7 días después, tiene. O tal vez solo me lo parece.
Hace 7 días me tocó mear en un palito.
No es que tuviera motivos reales, es que me parecía imposible que un retraso de 15 días fuese producido por el estrés...hecho del que me dí cuenta, por cierto, cuando ya hacía una semana que la visita mensual debía haber llegado, así que me tiré otros 7 días hiperhormonada e imaginando toda serie de alternativas, llorando a moco tendido con los anuncios de coca cola, incluso imaginando a quien se parecería aquel imposible...
Así que cuando la delgada línea rosa no confirmó mis imposibles, comencé a preocuparme más, hasta que tres días después, mi cuerpo decidió que ya era momento de volver a la naturalidad...eso sí, con unos dolores de tres pares de cojones...ovarios en mi caso.
He de confesar que me decepcionó la negatividad de la prueba, he de confesar que mis hormonas fueron en gran parte culpables de esa decepción, he de confesar que por primera vez en mi vida, me sorprendí a mi misma tranquila con la probabilidad de cambiar de status...he de confesar que con todo y con eso, sigue sin ser algo que desee en este momento de mi vida.
Lo único que este episodio me ha vuelto a demostrar es que el día 31 de este mes, cuando finalice la locura de proyecto laboral en el que estoy envuelta, las cosas van a tener que cambiar mucho, por cojones o por política, pero van a cambiar, eso si lo tengo claro, y eso, depende exclusivamente de mi.
La delgada línea rosa...esa delgada línea se ha hecho tan clara en tantos aspectos... un niño que se fué un domingo en la plenitud de su vida, otro que no ha existido salvo en mi imaginación desbordada, mi niño al otro lado del atlántico, ajeno a todo por mi exceso de celo...y todo porque a alguien, algún día se le ocurrió que había cosas más importantes en la vida que vivir...cuán equivocado estaba, y qué idiotas fuimos muchos al creerle...
Menos mal que la ceguera en muchos casos solo es temporal...menos mal que mi corazón sigue imponiéndose a mi cabeza cuando se vuelve fría y orgullosa.
Menos mal que mis pituchis me siguen diciendo "tía, no vayas a trabajá" y siguen negándose a perdonarme cuando cambio por un capricho egoísta, tanto me da que sea propio o ajeno...
Menos mal que sigue habiendo sábados concierteros para reunir a 30 locos rumbo a un domingo...¿casual?
No, yo diría que no.
2 comentarios:
Vaya, una lástima. Seguro que como madre serás estupenda.
A ver si coincidimos en alguna fecha, que yo últimamente también ando algo liado.
Besoooooooooo
Edu
A mi alrededor no sé qué pasa pero se está recuperando la cosa. Eso sí: vienen a pares.
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