La ve deambular concentrada entre los estantes de películas, totalmente absorta en lo que parece una cruzada personal a la búsqueda su santo grial particular.
La estación hierve de gente, pasajeros que buscan su puerta de embarque, viajeros que llegan y estiran sus cuellos en busca de aquellos que esperan por ellos, dibujando una sonrisa automática al encontrarse con los ojos de sus familiares, novios, novias, amigos…
Adrián decide entrar en la tienda de DVD’s, impulsado por la curiosidad, decidido a saber qué título es el que elegirá finalmente.
Cuando entra en el pequeño local, la halla curioseando las carátulas que comienzan con la letra M, así que se coloca en la siguiente letra del abecedario para poder observarla con mayor detenimiento, sin interferir en sus importantes asuntos.
Es una chica aparentemente común, pelo castaño, estatura media, ojos castaños, una chica que viste unos desgastadísimos vaqueros, una camiseta de tirantes blanca y unas sencillas sandalias de cuero…es una chica común hasta que sonríe, es una chica común hasta que sus ojos chispean ante el hallazgo del anhelado grial.
Adrián la sigue con su mirada y con sus pies, cogiendo previamente un DVD que pagará en caja gustoso, sólo por saber qué filme es el que ha conseguido aquella transformación tan asombrosa delante de sus ojos. Transformación que espera, nadie salvo él mismo, haya observado.
“Michael”, reza la carátula, y muestra a un tipo con unas alas enormes dando la espalda, en una posición más que chulesca. “Jhon Travolta” y “William Hurt”, alcanza a leer, justo en el momento en que ella saca su tarjeta de crédito para pagar.
- No admitimos tarjetas, - espeta la cajera del establecimiento- por lo menos no para compras inferiores a 20 euros.
- Pero yo solo quiero esta, no llevo efectivo y mi tren sale en 5 minutos- su cara refleja algo más profundo que la decepción- por favor…oye, no puedo gastarme más de 12 pavos este viaje…
- No admitimos tarjetas por compras inferiores a 20 euros, lo siento- aquella chica no parece tener en cuenta que para la chica de las sandalias aquello es cuestión de vida o muerte.
- Vamos…por favor, llevo 1 año intentando encontrar esta película y en todas partes aparece descatalogada…
Justo en ese momento, Adrián planta su DVD sobre el mostrador mientras se dirige a la cajera: “Cóbrale este también”, le dice, al tiempo que le entrega a su heroína particular un billete de 10 euros.
Su cara vuelve a reflejar la felicidad intensa de dos minutos antes al encontrar su película.
- Gra…gracias, no tenías que…si supiera quien eres ¡¡¡te abrazaría!!!- ríe a carcajadas.
- Bueno, un abrazo estaría bien, pero un beso sería una justa recompensa para un caballero andante…- Adrián no puede creer lo que acaba de decir…
- Hola, soy Marina, - le sonríe iluminando de nuevo la pequeña tienda- y créeme que si no tuviera un novio esperándome a dos horas de aquí, tal vez te lo hubiera dado sin pedírmelo.
- Bueno Marina, aunque tengas novio, eso no es impedimento para que me beses-
- Tienes razón- y continúa sonriendo- el que tenga novio no es impedimento. Lo que sí lo es, es el hecho de que le quiera.
Marina le tiende la mano y se la aprieta fuertemente, “Te debo una cena” dice, y se aleja corriendo, y ha mitad de carrera, da un pequeño saltito y se gira mirando directamente hacia él y sosteniendo la caja del DVD en alto para que él la vea. Acto seguido entrega su billete y se pierde por la rampa de acceso al andén.
Adrián piensa para sí mismo. “Más le vale tratarte bien Marina. El día que alguien responda que el amor por mí es el principal impedimento para repartir besos a desconocidos, ese día, me corto la coleta”.
Tres años después, Adrián toma un café en un self service de la estación de Atocha y la ve pasar.
No tiene el aspecto fresco de aquel día de verano, incluso su expresión parece cansada, más dura, más fría.
“Me debes una cena”, dice a la espalda de Marina. De repente, la estación entera parece iluminarse.
La estación hierve de gente, pasajeros que buscan su puerta de embarque, viajeros que llegan y estiran sus cuellos en busca de aquellos que esperan por ellos, dibujando una sonrisa automática al encontrarse con los ojos de sus familiares, novios, novias, amigos…
Adrián decide entrar en la tienda de DVD’s, impulsado por la curiosidad, decidido a saber qué título es el que elegirá finalmente.
Cuando entra en el pequeño local, la halla curioseando las carátulas que comienzan con la letra M, así que se coloca en la siguiente letra del abecedario para poder observarla con mayor detenimiento, sin interferir en sus importantes asuntos.
Es una chica aparentemente común, pelo castaño, estatura media, ojos castaños, una chica que viste unos desgastadísimos vaqueros, una camiseta de tirantes blanca y unas sencillas sandalias de cuero…es una chica común hasta que sonríe, es una chica común hasta que sus ojos chispean ante el hallazgo del anhelado grial.
Adrián la sigue con su mirada y con sus pies, cogiendo previamente un DVD que pagará en caja gustoso, sólo por saber qué filme es el que ha conseguido aquella transformación tan asombrosa delante de sus ojos. Transformación que espera, nadie salvo él mismo, haya observado.
“Michael”, reza la carátula, y muestra a un tipo con unas alas enormes dando la espalda, en una posición más que chulesca. “Jhon Travolta” y “William Hurt”, alcanza a leer, justo en el momento en que ella saca su tarjeta de crédito para pagar.
- No admitimos tarjetas, - espeta la cajera del establecimiento- por lo menos no para compras inferiores a 20 euros.
- Pero yo solo quiero esta, no llevo efectivo y mi tren sale en 5 minutos- su cara refleja algo más profundo que la decepción- por favor…oye, no puedo gastarme más de 12 pavos este viaje…
- No admitimos tarjetas por compras inferiores a 20 euros, lo siento- aquella chica no parece tener en cuenta que para la chica de las sandalias aquello es cuestión de vida o muerte.
- Vamos…por favor, llevo 1 año intentando encontrar esta película y en todas partes aparece descatalogada…
Justo en ese momento, Adrián planta su DVD sobre el mostrador mientras se dirige a la cajera: “Cóbrale este también”, le dice, al tiempo que le entrega a su heroína particular un billete de 10 euros.
Su cara vuelve a reflejar la felicidad intensa de dos minutos antes al encontrar su película.
- Gra…gracias, no tenías que…si supiera quien eres ¡¡¡te abrazaría!!!- ríe a carcajadas.
- Bueno, un abrazo estaría bien, pero un beso sería una justa recompensa para un caballero andante…- Adrián no puede creer lo que acaba de decir…
- Hola, soy Marina, - le sonríe iluminando de nuevo la pequeña tienda- y créeme que si no tuviera un novio esperándome a dos horas de aquí, tal vez te lo hubiera dado sin pedírmelo.
- Bueno Marina, aunque tengas novio, eso no es impedimento para que me beses-
- Tienes razón- y continúa sonriendo- el que tenga novio no es impedimento. Lo que sí lo es, es el hecho de que le quiera.
Marina le tiende la mano y se la aprieta fuertemente, “Te debo una cena” dice, y se aleja corriendo, y ha mitad de carrera, da un pequeño saltito y se gira mirando directamente hacia él y sosteniendo la caja del DVD en alto para que él la vea. Acto seguido entrega su billete y se pierde por la rampa de acceso al andén.
Adrián piensa para sí mismo. “Más le vale tratarte bien Marina. El día que alguien responda que el amor por mí es el principal impedimento para repartir besos a desconocidos, ese día, me corto la coleta”.
Tres años después, Adrián toma un café en un self service de la estación de Atocha y la ve pasar.
No tiene el aspecto fresco de aquel día de verano, incluso su expresión parece cansada, más dura, más fría.
“Me debes una cena”, dice a la espalda de Marina. De repente, la estación entera parece iluminarse.
5 comentarios:
¡Guapísimo!
muuuuack
Delicioso encuentro. Sobre todo cuando es capaz de iluminar una desilusión. Besitos.
joder joder...no abro la boca casi nunca pero este relato mereció la pena.
Sencillo, pero ilumina. Felicidades.
David
sniff... ais... qué bonito ser marina por unos minutos ;)
Que bien narrado, he visto como se iluminaba realmente, magnifico relato.
Espera que me levanto para aplaudir ... PLASSSS PLASSSSSS PLASSSSSSS
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