viernes, julio 15, 2016

Equilibrium...

Cuando uno vive solo a solas la mayor parte de las horas de sus días, las emociones son más intensas.
En soledad, no hay feedback, no hay mano extendida ante el horror de las pantallas, la desazón del no saber, el pensamiento circular y viciado, como hoy, como casi cada día.
Entonces la necesidad de actividad es acuciante, y cuando se retoma, es como un chute directo a los centros vitales, pasar del coma al frenesí. Así podría resumirse.
Pasar de mínimos a máximos, con los que conservar esos mínimos para que la energía siga alimentando el alma en esos largos periodos de letargo, de soledad sensorial.

Últimamente sumida en la filosofía del equilibrio tengo la sensación de que tengo que punturarme la mente casi cada semana para que mi yin y mi yang no se coman el uno al otro, y andado el tiempo sé que acabaré pagando tanto exceso, tanto subir y bajar, tanta montaña rusa...quien me iba a decir que echaría de menos un día a día de paseo en barca por un río suave, en movimiento pero sin rápidos.

Mi maestro de corazón debe tener mancuernas en lugar de meridianos de tanto hacerlo trabajar...